Esta semana aprovecho el espacio que me brinda el blog Venezolanos en Uruguay para reproducir la nota del colega periodista uruguayo Emanuel Bremermann sobre la situación en nuestro país, publicada el pasado domingo 08/05/2016 como trabajo principal en la edición del diario El Observador.
Venezuela a un paso del abismo
El país enfrenta una crisis que golpea todos los flancos de su población
Los venezolanos se están acostumbrando a varias situaciones atípicas. Por ejemplo, a ir al supermercado y volver sin nada. Pero además, también se están acostumbrando a los cortes eléctricos de 4 horas o más, a la falta de medicamentos y a la delincuencia generada por todas las situaciones anteriores. En resumen, los venezolanos se están acostumbrando a ver cómo la calidad de vida de una amplia mayoría está descendiendo a niveles alarmantes.
Pese a que generalizar sería un error, la prolongada situación de desabastecimiento que sufre el país desde hace un largo tiempo está afectando a gran parte de la población, que ve cómo sus políticos se enfrascan en una guerra por la revocación del gobierno mientras las góndolas de los supermercados están vacías desde hace meses y el salario mínimo no cubre las necesidades básicas de una familia promedio.
Ángel Arellano tiene 25 años y es venezolano. Vino a Uruguay a fines del año pasado para realizar un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de la República, y pese a que ya hace más de cinco meses que vive en el país, la realidad de su tierra lo toca directamente todos los días. «El venezolano de a pie, como le llamamos nosotros, está golpeado por todos lados. Todos los servicios son una calamidad» explica el joven, con una frase que, en cierto modo, resume la situación de su país.
Como explica Arellano, la sociedad venezolana ha recibido golpes desde todos los flancos, algunos de los cuales llevan ya largo tiempo gestándose. A la crisis de desabastecimiento se le suma una precaria situación energética, producto en parte del fenómeno del Niño, que azotó fuertemente el territorio caribeño este año, además de una crisis en el acceso a los medicamentos que remonta su origen al exilio de varios laboratorios años atrás.
Debido a la complicada situación, el parlamento venezolano, dominado por una coalición opositora denominada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), declaró en febrero la «emergencia nacional alimentaria», algo que dio inicio a varios enfrentamientos entre oficialistas y opositores.
En resumen, el gobierno de Maduro acusa a la oposición y a grupos empresariales del país de generar una «guerra económica» que busca desestabilizar su mandato, mientras que para la oposición la raíz de la crisis y el desabastecimiento radica en la incompetencia gobernante del chavismo.
El último ataque del presidente fue contra Polar, la mayor empresa cervecera y alimentaria del país, que frenó la producción de varias de sus plantas la semana pasada. «Aquel que pare una planta, una industria o una fábrica será castigado con la ley» declaró Maduro.
Sin embargo, el trasfondo de la crisis está mucho más relacionado a la caída de los precios internacionales del petróleo –la principal exportación venezolana que genera el 96% de las divisas que recibe el país– y a un profundo desequilibrio fiscal por la contracción de los ingresos y el mal manejo de los fondos públicos, que llevaron a la inflación a 180,9% en 2015.
El control cambiario implementado por el gobierno afectó asimismo directamente los precios y provocó el desabastecimiento, ya que Venezuela importa casi la totalidad de los alimentos que consume.
«En Venezuela se ha llegado a un punto donde las personas se pelean en las calles por comida. Cuando la gente no consigue los alimentos en los supermercados, algo que sucede frecuentemente, se terminan generando revueltas y episodios de violencia, que han dejado a muchas personas heridas», agregó Arellano.
Otro problema encadenado a la escasez de alimentos es el de los revendedores. Según Alfonzo Rodríguez, venezolano residente en Uruguay desde hace algunos meses, la reventa de alimentos a precios exorbitantes es una realidad cada vez más común, a la que muchas veces los venezolanos no pueden escapar. «La gente que esta desempleada y tiene tiempo va y hace la fila en los supermercados. Luego revende esos alimentos diez veces más caros de lo que salen en realidad. Por lo tanto, la gente que busca determinados productos y no consigue ir el día que estos se ponen a la venta, termina pagando por ellos un precio irreal».
Rodríguez explica que, por culpa de estos revendedores, para muchos trabajadores que perciben el salario mínimo completar la canasta familiar es casi imposible. Actualmente este gira en torno a los 15 mil bolívares, algo así como US$ 40 por mes, luego de que Maduro decretara un aumento del 30% la semana pasada.
Crisis sin remedio
Casi a la par de la precariedad de la situación alimenticia, los venezolanos también deben lidiar con la falta de elementos tan comunes como una aspirina para el dolor de cabeza o para bajar la fiebre. «Los laboratorios y empresas médicas nacionales comenzaron a cerrar a inicios de la crisis del control cambiario, en 2012. Ese año también comenzaron a irse los laboratorios extranjeros, y poco a poco el país comenzó a entrar en un caos, al punto de que hoy en día hay un desabastecimiento del 90% de los medicamentos, algo que fue avalado no solo por la Federación Médica Venezolana sino por la Organización Mundial de la Salud», explica Arellano.
Ante esta situación, los venezolanos han buscado otras alternativas para llegar a los medicamentos. «A través de los grupos de WhatsApp, yo veo como mis amigos en Venezuela piden constantemente medicinas para sus hijos, o también se avisa cuando uno tiene un lote de ellos a punto de vencer y quiere donarlos», explica Rodríguez.
Los hospitales también sufren de graves carencias en cuanto a la atención, dado que no tienen los ingresos necesarios para el mantenimiento de los equipos, por lo que muchos pacientes en estado crítico no pueden ser atendidos. «Es incomprensible como en un país que donó US$ 10 millones a un hospital en otro país (por la donación del gobierno venezolano al Hospital de Clínicas de Uruguay en 2011) no tiene pastillas para el dolor de cabeza o para la fiebre», concluye Arellano.
Muy acertado, nos estamos acostumbrando. De hecho llegue a la conclusión que por lo menos en la ciudad donde vivo (La Victoria) a solo 92 kilómetros de Caracas, la única afectada, descontenta y humillada por esta situacion soy yo!.Veo con tristeza como cada día las colas para comprar en los supermercados comienzan incluso 20 horas antes de que estos comiencen a vender los productos, que generalmente no serán mas de tres o cuatro, es decir puedes pasar casi 24 horas en una cola arriesgando incluso tu vida por solo unos pocos productos, pero lo mas increíble es ver a estas personas felices comentado sobre la suerte que tuvieron de «comprar algo», se entiende que nos alegremos de poder llevar algo de comida a casa, pero estar contentos por como lo conseguimos, es otra cosa. Con inmensa tristeza veo como nos hemos acostumbrado: a comer mal (si acaso comemos), a pagar sobreprecio por lo poco que se consigue, a vivir bajo rejas y en toque de queda por la inseguridad, a no tener servicio eléctrico en promedio 6 horas al día, a deambular de farmacia en farmacia en busca de un simple medicamento. Esta terrible situacion que tiene a Venezuela al borde del abismo y del cual parece no saldrá en lo inmediato, mas que por la caída de los precios del petroleo viene dada porque durante 14 años se destruyo sin piedad el Sistema Económico del país, todo aquello que funcionaba fue expropiado por el Estado en pos de un Sistema político y económico fracasado, ante la indiferencia de miles de venezolanos que decían «nunca seremos como Cuba», ante la complicidad y silencio de la mayoría de los gobiernos y Organismos de América Latina (con honrosas excepciones por supuesto). Al final a muchos venezolanos (me cuento entre ellos) que no queremos, no podemos resignarnos, solo nos queda la opción de irnos, empezar de cero en otro país, es que incluso así no tenemos nada que perder y si mucho que ganar,especialmente cuando hay hijos pequeños por quienes luchar.
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